viernes, 24 de agosto de 2012

FACEBOOK

La inseguridad en Facebook es cosa de todos los días. Son bien conocidas las diferentes formas de malware que circulan en la red social, pero uno de los mayores peligros es la ingeniería social, ese método que usan lo criminales para sacarle información a las personas sin usar programas o cualquier tipo de software. Para concientizar a la gente, en especial a los jóvenes, un policía canadiense se hizo pasar por adolescente en la red social y se dedicó a obtener información sensible de sus contactos.
Darren Laur, un policía canadiense de 46 años, se dedicó a investigar sobre cómo se movían los jóvenes en su ciudad de Victoria. Después, usó la información para disfrazarse de adolescente y crear un perfil convincente. Finalmente, les compró fotos a otros jóvenes y las usó para llenar su perfil y así completar la ilusión.
Sus esfuerzos rindieron frutos de inmediato, pues en poco tiempo tenía docenas de amigos en Facebook.Algunos incluso le pasaron su teléfono y dirección y confiaban en él lo suficiente para contarle cuándo los adultos estaban fuera de la casa. Para rematar, por medio de sus celulares los ‘amigos’ de Laur le contaban dónde estaban con una exactitud de hasta 10 metros.
Cuando el policía reveló su verdadera identidad en el colegio Cedar Community Secondary, los estudiantes quedaron tan sorprendidos como asustados por los esfuerzos del policía. Al menos 30 alumnos lo tenían como amigo en Facebook y uno (o una) hasta lo invitó a una cita. Gracias al trabajo de Laur, ahora muchos de los estudiantes de ese colegio tienen muy claro qué tan expuesta está su información personal en la red social.
Sería interesante que autoridades de todo el mundo siguieran el ejemplo de Laur para despertar a la gente en relación con los peligros de Facebook. La experiencia es una de las mejores herramientas para aprender, y por eso es posible que un abreojos como el del agente Laur tenga más éxito que el que tendrían mil campañas educativas tradicionales sobre el tema.
Lo que hizo el policía lo puede hacer cualquiera y, con mayores y más siniestras motivaciones, lo puede hacer mejor. Quizás esa sea la realidad más obvia y triste de todas.

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